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martes, 8 de mayo de 2012

«Los pueblos no mueren porque se les combata o conquiste, sino porque se les corrompe»

                                                                              

El cine, en sí mismo, no es malo. Es un vehículo de cultura, un transmisor de ideas. Es un
arte que, si se utiliza rectamente,  puede servir para dar gloria a Dios. Pero desgraciadamente, hasta ahora, se ha empleado más para hacer el mal que para hacer el bien. Por eso te aconsejo que no te aficiones demasiado al cine.

Efectos negativos

El cine tiene una tremenda fuerza persuasiva. Anula la personalidad, arrastra, emboba, hipnotiza. Nos identifica con el protagonista y nos proyecta su psicología, su modo de ser, su ejemplo. Es un arma psicológica fenomenal. Y cuanto más potente es un arma tanto más peligroso es su mal uso.





Serios peligros 

Exhibicionismo sexual


No es lo mismo en los fríos espectadores nórdicos que en los ardientes meridionales. 
No es lo mismo el dominio de una persona culta que la reacción del populacho. 
No es lo mismo la serenidad de la madurez que la excitabilidad de la juventud. Pero no seamos
ingenuos cerrando los ojos ante este peligro real. Peligro que no sólo existe mientras dura la proyección de la cinta. La imaginación seguirá después trabajando con las imágenes que se le quedaron grabadas, y es muy fácil que se produzcan después tentaciones desagradables. Pensemos, por ejemplo, lo frecuente que son las películas que proyectan escenas de amor en la cama (y no precisamente entre esposos).



El peor daño del cine es la fuerza con que transmite las ideas

El lenguaje de la imagen tiene un gran valor emotivo que conquista de modo casi invencible y cambia poco a poco el fondo del psiquismo, aun contra la propia voluntad, que no advierte lo que sucede dentro de sí. Revista ECCLESIA, 1235 (13-III-65) 4. Por ejemplo: una película me presenta un marido que  no se entiende con su mujer, por incompatibilidad de caracteres. En cambio se ha enamorado locamente de su secretaria que es de enormes cualidades, y le corresponde en su amor. Pero no pueden casarse porque son católicos. Instintivamente nos apena que la Iglesia se oponga  a ese matrimonio. En ese momento no se advierten los males que se seguirían a la familia, en general, de permitir el divorcio. Instintivamente aprobamos el adulterio de dos personas que nos han ganado el corazón. De esta manera se nos va cambiando la mentalidad sin casi advertirlo.





Enfoca y resuelve muchos problemas humanos al margen de Dios

Como si no existiera una Ley Divina y un destino sobrenatural del hombre. Son películas que están hechas con un criterio que no tiene, generalmente, nada de cristiano, y a fuerza de verlas, va uno cambiando, sin darse cuenta, su modo de pensar cristiano para pensar como los del cine. Tú no lo notas, pero siempre se llevan algo. Una conducta inmoral interpretada por una artista agradable nos inclina a la justificación. Con esto empieza a evolucionar nuestro criterio cristiano, y al fin, arrastrado por el ejemplo del cine, se termina
poniendo por obra lo que tantas veces se vio en la pantalla con fuerza seductora. Como estas ideas están expuestas de un modo agradable y simpático, las admitimos con facilidad.

¿Cuál es la solución a esto?

Tenemos que filtrar estas ideas y rechazar todo lo que no esté de acuerdo con nuestras ideas cristianas. Pues el cine está teniendo la virtud trágica de corromper hasta la conciencia de nuestro pueblo. Muchos españoles de hoy ya no piensan en español, ni en cristiano, sobre problemas tan capitales como son la familia y el amor. A fuerza de ver en el cine cosas que están mal, aunque al principio nos repelen y las censuramos, poco a poco nos vamos acostumbrando, y es posible que, si se nos presenta la ocasión, hagamos también nosotros lo que antes nos hubiera horrorizado.

En materia de amor, el cine hace daño tanto a las personas casadas como a las solteras

El cine hace daño a los casados porque con mucha frecuencia presenta como la cosa más natural, y casi inevitable, las expansiones amorosas extramatrimoniales de casados. ¡Y esto no puede ser! Toda expansión amorosa extramatrimonial de un casado, es adúltera. Con la gracia de Dios se pueden superar todos los conflictos amorosos que se presenten al corazón.

El daño que el cine hace a las personas solteras es, entre otras cosas, por enseñar una enorme facilidad para llegar al acto sexual: derecho exclusivo de casados. Además, porque muchísimas veces presenta como motivo suficiente para el matrimonio el atractivo corporal, ¡y eso es mentira! Este atractivo es un factor, pero él sólo no basta. Muchísimos fracasos matrimoniales se deben precisamente a que se basaron exclusivamente en el atractivo corporal, y se descuidaron otros valores de mayor importancia.

Aparte del daño que el cine hace, con sus escenas, en la emotividad de la mujer, le hace otro daño también grave en su psicología: la mujer se siente arrastrada a imitar los modales, las actitudes y conducta de las artistas que se presentan como mujeres deslumbradoras, y hacen brotar en la espectadora el natural deseo de resultar ellas mismas también atractivas. Al principio, las cosas que chocan con la moral se rechazan, pero a fuerza de verlas en la pantalla se les va quitando importancia y acaban por asimilarse. 

La vida real no es el cine 

El cine ha hecho muchísimo daño a las chicas enseñándolas modales insinuantes y provocativos, a mirar con descaro, un modo de ser frívolo y fácil, y a ser condescendientes en aventuras amorosas. ¡Cuántas chicas adoptan en público y en privado, posturas y actitudes atrevidas, influenciadas por lo que vieron en el cine, dándose cuenta o sin darse cuenta del todo! ¡Cuántas chicas se han hecho unas frescas por lo que vieron en el cine! ¡Cuántas chicas cayeron más hondo de lo que jamás sospecharon por seguir unos primeros pasos que aprendieron en el cine! Algunas chicas, influenciadas por el ambiente erotizado, son fáciles en llegar a todo, sin pensar en las consecuencias, pues en las películas lo ven continuamente y nunca pasa nada. Pero en la vida real, sí.


¡Cuántas solteras embarazadas, después se lamentan de lo que hicieron! ¡Pero ya es tarde!
«Hay películas que, de hecho, son para muchos una verdadera escuela de vicio. Al exhibir ante la
juventud escenas de besos prolongados y lascivos se les incita a hacer otro tanto, haciéndoles creer
que tales acciones son la señal necesaria del amor, y afianzándoles en la convicción de que eso se
puede hacer, pues tantos otros lo hacen. Así se mata poco a poco en las almas el sentido del pudor y
de la pureza»

¿Cuándo veremos películas que exalten las virtudes de un buen padre de familia, de una madre
honrada y de una chica decente? Hacer esto es mucho más difícil. Aquello es mucho más fácil. Por
eso abundan las películas a base de los bajos fondos de la vida.

¿Qué solución podemos dar a esto? 

Hay que combatir las películas que inculcan ideas contrarias a la moral católica. 
El público es el que manda en el cine. Si una película deja la sala vacía, no se repetirá. Pero si
una película resulta «de taquilla» se multiplicarán las películas de este tipo. Si queremos moralizar el
cine, hay que hacer el vacío a las películas indeseables. 
Con este método «La Legión de la Decencia» en Estados Unidos, logró imponerse a los directores
de Hollywood.


«En cuestión de espectáculos inaceptables para la conciencia cristiana, conviene adoptar con
energía la consigna de no asistir a ninguno por tres fines simultáneos: evitar el peligro propio, dar buen
ejemplo y exigir que no se den espectáculos indecentes por el medio humano más eficaz, tratándose
de empresarios poco delicados de conciencia, que consiste en negar la cooperación económica»

Respuesta de Pío XII en su Encíclica Miranda Prorsus, sobre el cine, la radio y la televisión
Dice: «Los juicios morales, al indicar claramente qué películas se permiten a todos y cuáles son nocivas o positivamente malas, darán a cada uno las posibilidades de escoger los espectáculos..., harán que eviten los que podrían ser dañosos para su alma, daño que será más grave aún por hacerse responsable de favorecer las producciones malas y  por el escándalo que da con su presencia».

Concilio Vaticano II

Nos exhorta a seguir las indicaciones de la censura moral y a evitar los
espectáculos peligrosos, entre otras cosas, para no contribuir económicamente a espectáculos que
puedan hacer daño espiritual  .
«El punto de vista estético no basta para justificar  cualquier espectáculo. La curiosidad no es
motivo suficiente cuando se trata de espectáculos degradantes»

PIO XII
«Culpable sería, por tanto, toda suerte de indulgencia para con cintas que, aunque ostenten méritos
técnicos, ofenden, sin embargo, el orden moral; o que, respetando aparentemente las buenas
costumbres, contienen elementos contrarios a la fe católica»

Es notable que muchos cristianos difíciles para dar su dinero a obras de caridad y apostolado, lo
den sin escrúpulos a espectáculos que descristianizan las costumbres. Regatean su dinero para lo
bueno,  y lo dan alegremente para lo malo.
Pero no te contentes con no ir tú a esas películas. Procura además convencer a otras personas
para que tampoco vayan. Si los católicos quisiéramos colaborar a la acción moralizadora de la Iglesia,
Cristo reinaría mucho más en el mundo. Pero hay católicos que consideran a la Iglesia como una
aguafiestas a quien hay que dar de lado para poder pasar la vida más divertida; y así están haciendo
el juego a Satanás para que sea él quien domine en el mundo. 
Es inconcebible, y da pena decirlo, pero la realidad es que, a veces, los primeros en obstaculizar
la obra moralizadora de la Iglesia, son los mismos cristianos.
El cine es un estupefaciente, y si se adormece tu sensibilidad espiritual, ¿qué conciencia moral
podrá protegerte? Cuando el timbre de alarma de la conciencia y del remordimiento está estropeado,
el alma corre peligro. 
¡Cuántas veces la voz de la conciencia ha hecho dar un frenazo ante el abismo del pecado! Y
también, ¡cuántas veces la voz de Dios resonando en el alma ha levantado a una vida de perfección!.






   
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